El divorcio cada vez más frecuente, etapa de vulnerabilidad familiar, pues aunque está muy presente en la sociedad, hasta ahora no es posible afrontarlo de forma serena y consensuada en bien de todos los miembros y principalmente para los hijos. Moviliza pasiones intensas, haciendo que los padres en ocasiones olviden lo necesario del buen trato y las necesidades de los hijos quedan relegadas hasta que logren resolver sus diferencias y casi siempre hasta que un Juez emita su dictamen.
Periodo delicado para todos los miembros que constituyen la familia que generalmente suele cuidarse poco, es un momento delicado dónde todos deben ser cuidados para el bien de todos y principalmente de los hijos.
Siempre apuesto por evitar los llamados divorcios difíciles, en los que la posibilidad de proteger a los hijos del choque provocado por el conflicto entre los adultos y de la desorganización de la vida familiar es difícil. Suelen entablarse verdaderos enfrentamientos, hostilidad permanente y parece que no hay lugar a que el divorcio sea una solución a los conflictos que se presentan cuando el amor desaparece y la convivencia se hace insoportable tanto para los cónyuges como para los hijos.
Un divorcio difícil lo que hace es que los hijos sigan sufriendo y que pasen con miedo o ansiedad de una casa a la otra, siendo dañino tanto para los padres como para los hijos. Los difíciles suelen presentarse entre adultos con dificultad de separarse y es a través de la pelea que siguen unidos, cambian el vínculo, pasan del estar vinculados por el amor a está vinculados por el odio.
Considero que es a través de la prevención de este tipo de divorcio destructivo los miembros de la familia son cuidados y los hijos pueden circular libremente de una casa a otra con normalidad de forma saludable y sin miedos porque sus padres han encontrado la forma de ser felices cada cual por su lado, la mayoría de las veces se necesita un trabajo personal y sobre todo muchas ganas de hacer más fácil la situación de vulnerabilidad.
Las situaciones familiares que aparecen durante un divorcio
La situación con un divorcio difícil aparecen numerosas situaciones, realidades conflictivas como, sin fundamento alguno que justifique el distanciamiento de una hija o hijo y su madre/padre y que, sostenido en el tiempo impiden y obstruyen el vínculo parento-filial e incluso fraterno.
Situaciones que con frecuencia provocan en los hijos/as la dependencia emocional infantil, el temor a que los dejen de querer, el aferrarse a uno como resguardo del conflicto y del dolor ante la ausencia del otro al que se le restringe el acceso, el conflicto de lealtades al que se lo enfrenta, la organización dualista (en bandos) y la exigencia de que defina su postura, termina haciendo propia la causa del progenitor obstructor, con el consecuente costo psico-social y daño que esto le ocasionará.
Con el divorcio el vínculo que termina es el vínculo de alianza o conyugal, con el nacimiento de los hijos se agrega el vínculo parental y se constituye la familia nuclear formada por un solo núcleo: adultos e hijos.
Disolución de los lazos conyugales ante un divorcio
Con el divorcio los lazos conyugales se disuelve y siendo el parental el que permanece intacto tanto con sus derechos como con sus obligaciones recíprocas y pasan a conformar una familia binuclear, representada por la casa de la madre y por la casa del padre.
Esto es igual, sienten el mismo impacto y efecto desde el punto de vista emocional cuando se separan los progenitores que no estaban unidos en matrimonio.
Esta disolución hace necesario reestructurar la relación parental para poder ejercer la coparentalidad que implica la habilidad para ejercer conjuntamente las funciones de crianza, con respeto negociando las diferencias, ya que los vínculos familiares perduran aún después del divorcio, el vínculo parental (de padres en relación a los hijos) y el parento-filial (une a padres e hijos).
Ante la separación los miembros de la familia sienten el impacto con distintos sentimientos en uno y otro que pueden ir desde el abandono, la angustia, la inseguridad, la des-protección, la soledad, la incertidumbre, la desvalorización personal, el dolor, la rabia, el enojo, la vergüenza, el alivio, etc…
“La etapa previa a la separación-pre-divorcio comienza con provocaciones mutuas, trato y vocabulario hostil, puede haber episodios de gritos y de abuso verbal. Se trata de un período caracterizado por des-organización, dolor, resentimientos… desorden afectivo, familiar, sobrecargado de sentimientos negativos respecto a la relación y al cónyuge. La atención se centra sobre los déficit…Para reforzar sus convicciones, cada miembro de la pareja busca aliados que les den la razón”
La nueva reorganización familiar después de un divorcio
Con el divorcio se pretende lograr una nueva reorganización la familiar, “organización dualista” se debe pretender recuperar un orden. Los miembros de la familia se dividen en mitades, los que mantienen entre sí realidades complejas. Es una etapa difícil, y una vez más repito la vulnerabilidad en la que se encuentran los miembros que constituyan la familia.
La organización dualista más frecuente observada en las familias después del divorcio son los pares “inocente-culpable” “víctima-victimario”, a la que se suman familiares, amigos, intermediarios litigantes que se posicionan de un “bando” o del otro y en el caso de los divorcios destructivos con sus consejos, actitudes, apoyo, no hacen más que aumentar la beligerancia de la contienda y que como consecuencia impide avanzar en la construcción de la coparentalidad permaneciendo en el modo de ataque-defensa, donde las hostilidades parecen ser el único modo de comunicación.
Por todo lo que significa la protección a los menores la parte más vulnerable. Y considero que es fundamental dadle prioridad a ellos, ya que se ha comprobado que los progenitores que se desempeñan bien con sus hijos logran un mejor ajuste después del divorcio